lunes, 16 de noviembre de 2020

Disertación acerca de los hongos. 1839.

1839. El Dr. Manuel Altamirano escribe su Disertación acerca de los hongos, en la que responde a dos preguntas: ¿Cómo se podrán distinguir los hongos inocentes de los perniciosos? Y ¿de qué modo se podrán remediar sus mortíferos efectos? Para esclarecer estos problemas, él describe la naturaleza y estructura exterior de los hongos, así como su análisis químico, y toca de paso sus caracteres botánicos. Altamirano entrega su disertación al doctor Leopoldo Río de la Loza, y esté la presenta a la Academia de Medicina de México en la sesión del 17 de febrero de 1840. El presidente de la academia, Dr. Manuel Carpio, dispone que los doctores Vargas y Río de la Loza examinen el escrito, y en la siguiente sesión, del 2 de marzo de 1840, luego del informe de la comisión, la academia resuelve que el escrito de Altamirano se publique bajo el rubro de remitido y con el nombre de su autor. Por ello la disertación es publicada en el número 10, del tomo 4, del Periódico de la Academia de Medicina de México, curiosamente fechado en agosto 1 de 1839. (Entonces conocido como Periódico de la Academia de Medicina de Mégico)


REMITIDO. 


Disertación acerca de los Hongos. 


Fungus anceps cibus,— PLINIO, lib. XXII cap. 23. 

El hongo es un alimento peligroso.

 

    Necia es ciertamente la gloria que se adquiere por medio de trabajos inútiles. Con este muy sabido apotegma, engastado en las preciosas fábulas del famoso liberto de Augusto (aplicado siniestramente), censuraban con malignidad a la botánica los mordaces antagonistas del muy célebre Carlos Lineo, los envidiosos detractores de su esplendor e inmortal gloria. Semejantes en cierto modo a la descolada raposa de que habla otro mas antiguo fabulista, afeaban y vituperaban aquello de que carecían, y según la costumbre de los necios, blasfemaban de lo que absolutamente no entendían. 

    El restaurador de la ciencia de los vegetales, el nunca bien alabado Sueco, para vindicarla de tan vilipendiosa y degradante nota, pronunció ante un lucido concurso de sabios una oración latina inaugural, en la que se propuso dar solución a este sencillísimo programa: Cui bono? ¿Para qué sirve la botánica? 

    El sapientísimo padre de esta bella ciencia, con toda la abundancia de su doctrina, con la sublimidad de sus conocimientos y con toda la energía de su agigantado ingenio, desempeñó dignamente el objeto de la proposición que se había propuesto responder, probando con las mas sólidas razones y fundados argumentos las íntimas relaciones que existen entre la botánica, los usos económicos, las artes, y la ciencia que repara la salud del hombre. 

    Yo, esforzándome a imitar al sabio legislador de la ciencia, y para añadir una sola gota al océano de su profunda sabiduría, me propongo dar una ligera prueba de la utilidad de la botánica: y valiéndome de sus aforismos, voy a resolver, si puedo, las siguientes cuestiones prácticas: 

1a. ¿Cómo se podrán distinguir los hongos inocentes de los perniciosos? 

2a. ¿De qué modo se podrán remediar sus mortíferos efectos?

    Para esclarecer estos importantes problemas me parece oportuno manifestar su naturaleza y estructura exterior, anunciar su análisis química, y tocar de paso sus caracteres botánicos. 

NATURALEZA Y ESTRUCTURA EXTERIOR. 

    La naturaleza efímera de estos seres orgánicos participa hasta cierto punto de la animal y vegetal. Su estructura es igualmente distinta de unos y otros: es, por decirlo así, una tercera entidad: y parece que nuestros antiguos mexicanos, con su denominación nanacatl que indica una cosa de carne, dieron una idea mas filosófica que la que escitan los nombres de las naciones mas cultas. 

    Estos cuerpos orgánicos son como el anillo que ata a los animales con los vegetales; pues según la bella teoría del elocuente naturalista francés Conde de Buffon (1), la naturaleza creada no es otra cosa que una continuada cadena de eslabones que mutuamente se tocan. 

(1) En el primer discurso de su inmortal obra. 

    Los hongos son plantas terrestres, o parásitas, muy amigas de la humedad, y en cierta manera enemigas de la luz fuerte. Se presentan en todas las temperaturas termométricas, y se alejan de los otros vegetales por su naturaleza y consistencia, que jamás es herbácea: se separan de ellos por sus formas, y principalmente por la carencia de hojas, de flores, de cúpula, de cáliz, de urna o de órganos que se les pueda justamente comparar. Hay hongos de todos tamaños: muchos son pequeñísimos, y casi microscópicos: la talla de los mas grandes no excede de un pie de altura; pero hay algunos que tienen una superficie de muchos pies de extensión. Sus formas no varían menos: los hay filamentosos, membranosos; unos son semejantes a la espuma, otros a tuberosidades, a parasoles, etc. Presentan todos los colores, excepto el verde puro, y todas las consistencias, porque los hay gelatinosos, esponjosos, pulposos, algodonosos, carnosos, coriáceos, corchosos, leñosos y compactos. 

    En los hongos se distinguen dos partes principales: 

    1a. La porción fungosa que forma la masa del vegetal, que es a veces membranosa o polvosa, sirviendo de base a piececillos fructíferos o a semínulas sentadas; o que se presentan bajo la apariencia de un cuerpo semejante a la piel, nombrado indiferentemente conceptáculo, receptáculo, cápsula, peridio sporangium. En otros hongos mas complicados la masa fungosa forma un tallo, estípite, hastil o pie que fija al vegetal sobre el suelo: un sombrerillo, chapitel o birrete, pileus que es portado por el hastil, y por lo común extendido en parasol y cargado en su faz interior de órganos fructíferos: un velo, velum cortina, que en los primeros momentos también contenía al hongo entero.

    2a. La porción placentaria que contiene, o sobre la cual están inmediatamente fijados los corpúsculos microscópicos, que se tienen con mucha verisimilitud por los órganos reproductores, y han recibido diversos nombres, según las funciones que se les atribuyen, como son los de spores, sporulas, sporidias (1), cápsulas, esférulas,  granos, semínulas, gongylas, vesículas y renuevos

(1) Sporos graece semen genitale

    Los hongos dependen de la tierra y de los cuerpos sobre quienes vegetan, por medio de unas fibrillas que no son verdaderas raíces: todos ellos exhalan un olor particular, y por lo común sustancialmente es el mismo: este es mohoso, jabonoso, azufrado, resinoso, etc., según sus especies. Su sabor es muy variable: este puede ser insípido, cáustico, acre, ácido, urente, de pimienta, estíptico, etc. 

ANALISIS QUIMICA.

Pasando a tratar de su análisis química, esta demuestra que los hongos son compuestos de una sustancia propia que se ha llamado fungína, de albúmina, de adipocira, de osmazoma, de una especie de azúcar, etc. La fungina es compuesta de oxígeno, hidrógeno, carbono y ázoe (2). Esta es mas o menos suave, insípida y poco elástica, comparándola con el glúten: se divide muy bien entre los dientes: se le puede emplear como alimento. Esta se extrae infundiendo los hongos en agua o en alcohol, en los ácidos y en una infusión alcalina débil. Estos menstruos disuelven a los diversos principios que constituyen a los hongos, y dejan libre la fungina, que es insoluble en ellos. 

(2) Esto no está de acuerdo con lo que se asienta en el discurso botánico inserto en el Diario de 8 de julio de 1838. 

CARACTERES BOTANICOS. 

    El esclarecido Sueco en su admirable sistema sexual distribuyó a los vegetales en veinte y cuatro clases y en la última de los eriptógamos, coloca a los helechos, musgos, algas y hongos. Esta clase es toda sospechosa.(1) 

    Voy a ocuparme de esta última numerosa familia, de quien desde los tiempos antiguos de Plinio ya se conocían muchos géneros(2): y de la que cuentan setenta y siete los botánicos modernos, que es como hemos dicho, muy distinta de las otras por sus formas exteriores y por sus principios constitutivos. 

    El famoso restaurador de la ciencia estableció en su ingenioso sistema artificial unos cuantos géneros de hongos, y los dividió en dos secciones: 1a. hongos con sombrerillo: 2a. hongos sin sombrerillo. 

    En la primera atendió por lo general a la textura del sombrerillo; en la segunda consideró su figura. En los pocos géneros que fundó hay multitud de especies, ya comestibles, como el agárico cantarillo, el agárico delicioso, el agárico de S. George y el violáceo(3), y a otros muy venenosos, como el agárico muscario, el agárico de estiércol, etc., etc. 

(1) Cryptogamía vegetabilia saepius suspecta continet. Linneo, Aforismo 354. Traducida por Palau y Verdera dice así: Los vegetales, cuyas flores y semillas son pequeñas e imperceptibles a la vista, componen una clase con el nombre de Cryptogamia, y sus efectos comúnmente son sospechosos. En esta clase entran los helechos que regularmente tienen el olor ofensivo; las algas, que pocas o ningunas son comestibles, teniendo muchas la virtud purgante; y los hongos, cuya comida siempre es temible. 

(2) Plinio lib. XXII cap. 23, Fungorum lentior natura et numerosa genera 

(3) Cryptogamia vegetabilia. 

    El muy sabio botánico español Cavanilles, siguiendo la doctrina de Koelreuterio, distribuyó a los hongos en cuatro tribus: 1a. hongos con semillas interiores: 2a. con semillas exteriores: 3a. con semillas en la parte su superior: 4a. con semillas en la parte inferior. 

    Persoon, cuya científica distribución adopta un diccionario médico, los divide en dos órdenes (análogos a los de la clase didinamia de Linneo): subdivididos estos en otras secciones. 

    Primer orden: hongos gimnocarpos (oculto fruto), o con semínulas situadas en su parte exterior. Sección 1a. gimnocarpos naematothecas (membranas capsulas) o bisos: hongos filamentosos. Sección 2a. gimnocarpos hymenothecas (membranas capsulas), hongos con superficie fructífera, que no se descompone en materia pulposa: los que quedan divididos en helvelloides, massetes, gimnodermates, hinoides, boletoides, agaricoides. Sección 3a. gimnocarpos lithothecas (solubles capsulas), hongos cuya membrana seminífera degenera en pulpa. 

    Orden segundo: hongos angiocarpos, o con semínulas interiores. Sección 1a. angiocarpos dermatocarpos (cutis fruto), hongos parásitos y sin peridio (1). Sección 2a. angiocarpos epiphitos: hongos con peridio membranoso lleno de polvo entremezclado de filamentos. Sección 4a. angiocarpos sarcocarpos: hongos con peridio membranoso, o carnoso, no polvoso, ni filamentoso en lo interior. 

(1) Como acabamos de decir, peridio es el receptáculo de las semínulas. 

    Dejando a un lado este aparato científico de los mas ilustres sabios, consultemos también a los empíricos y vulgares: pues la botánica, auxiliadora de la medicina, está dispuesta a seguir el ejemplo de esta ciencia y a adoptar el prudente consejo del oráculo de la isla de Coo, a saber: No te avergüences de interrogar aun a los vulgares(2). Estos, entre quienes deben ser numerados los que dirigen el arte de cocina, nos suministran varias señales sacadas de la práctica o de lo que han oído decir a otros para distinguir los hongos comestibles de ios que no lo son.... Pero antes de aquellos oigamos lo que nos dice sobre este artículo el erudito Diccionario de Bomare (palabra Chapignon). Se puede hacer una división general, dice su sabio autor, y muy importante, la de hongos venenosos y la de hongos comestibles. El confundirlos debe producir fatales consecuencias. La experiencia en todos los países del mundo hecha respecto de los hongos de mejor calidad, nos prueba bastante que su alimento es bastante peligroso, pues aun los que se comen con seguridad, a su buen gusto se vuelven fácilmente dañosos, o por haberlos recogido muy tarde, o por la naturaleza del lugar en que crecen, o por el jugo con que se nutren, o por la cercanía de los que estaban ya podridos, o por la vecindad de los que casualmente estaban envenenados.

(2) Ne te pigeat etiam a plebeis sciscitari. 

    Pero unos mismos hongos no son igualmente funestos en todos los países, y esto mismo se puede asegurar de la venenosa cicuta. Los rusos, según Mr. Haller, comen hongos que creemos ser los mas peligrosos, como son aquellos de que nos valemos para matar moscas. No obstante, estos pueblos han reconocido en ellos una calidad embriagante, sin haber dejado por eso de hacer uso de ellos. Por lo tanto, se les debe comer con mucha moderación, aun aquellos que tienen todas las condiciones que se buscan de salubridad aparente, porque su naturaleza esponjosa los hace de difícil digestión. 

    Hay hongos de que se hace uso en los guisados, tal es: el fungus campestris esculentus vulgatissimus (Agaricus campestris?): tal es el lasseras de los franceses, el amarillo o el anaranjado (acaso es el Agaricus deliciosus): el cantarillo (Agaricus cantarellus), etc. Los que dirigen el arte de cocina, los doctores de la ciencia de la gula, como se explica Montaigne, creen haber llegado a distinguir sin equivocación los hongos buenos de los malos: y aseguran que los buenos son aquellos que toman su incremento en el espacio de una noche; ya sea naturalmente, o ya por medio del arte en capas concéntricas. Dicen que deben ser de un tamaño sobre poco mas o menos como el de una castaña, carnosos, bien nutridos, color (color) blanco por arriba, rojizos por debajo, de una consistencia bastante firme y medulosa por dentro, de un olor (odor) y de un gusto (sapor) agradables (sapidae et suaveolentes honae sunt). 

    Al contrario, los malos y perniciosos son aquellos que habiendo permanecido mucho tiempo sobre la tierra, se han vuelto azules o negruzcos (niger ingratum indicat), o rojos y cuyo pie se ha ahuecado. Pero estas señales no satisfacen fácilmente a los físicos; ellos exigen notas características que indiquen el gran número de especies y variedades de hongos, los buenos, los perniciosos y los dañosos: conocimiento que es bastante importante y que es el punto cardinal de esta disertación. 

    Vamos pues a hablar de los mousserons de los franceses (muskroon de los ingleses) hongos comestibles de los españoles. De los morilles (Fungus pumicosus). De los truffes o criadillas de tierra (Licoperdon tubera): de la pierre de champignon (piedra de hongo), de la vessie de loup, vejiga de lobo (Licoperdon bovista), y de la oreille de Judas, de la oreja de Judas (Peziza auricula). 

    Mousseron o mouceron (fungus vernus esculentus) pileolo rotundiori (agarici species)

    Esta es una especie de hongo que crece en la primavera en los bosques en medio del moho, debajo de los árboles, aun entre las espinas en los prados, (pratensibus natura est optima fungis, nos cantó Horacio). El vuelve a nacer cada año en el mismo lugar de donde se había sacado. Se les distingue en sus pequeños hastiles, cilíndricos, rizados y arrugados en su base, muy cortos, y sostienen pequeñas cabezas del tamaño de un guisante o alberjón; pero que se vuelven mas corpulentos si no se les arranca: están provistos por debajo de muchos sulcos que se extienden del centro a la circunferencia. Toda la sustancia de estos hongos, tanto en lo interior como en lo exterior, es blanca, carnosa, esponjosa, agradable al gusto (sapidae et suaveolentes bonae sunt), y de buen olor (observato...  odore): por esto se les sirve en las mejores mesas en las salas. Los cocineros se ejercitan en presentarlos en guisados bajo muchos aspectos. . . . 

    Morille (seta en castellano) vulgarmente murgas

    Morille en francés (boletus favus, seu fungus cavernosus, aut porosus). Es una especie de hongo que lleva granos. Este hongo es del grueso de una nuez, algunas veces mayor. Su sustancia es carnosa, toda penetrada de agujeros. de suerte, que se parece muy bien a un panal de abejas. Su color es de un blanco rojizo, o bermejo, o negruzco. Es cóncavo por dentro, blanco y como salpicado de un polvo fino. El piececillo que sostiene a la morille es todo blanco, hueco y provisto en su parto inferior de raíces menudas y filamentosas. Algunos distinguen cuatro especies de morilles por su tamaño, figura y color. 

    Las recientes y secas preparadas de diferentes modos, se tienen por deliciosas: se las sirve en diversos guisos. ¿Quién no ha oído hablar a los glotones de las morilles rellenas, fritas a la italiana, con jamón, rebanadas de pan con morilles, y de tortas de estas? Se han reputado a las morilles por afrodisiacas. Nerón llamaba a este género de alimento el manjar de los dioses, cibus Deorum, porque Claudio, de quien fue sucesor, envenenado con las morilles, fue colocado en el número de los dioses. Pero estas, según Suetonio, estaban preparadas con veneno, boleti medicati.(1) 

(1) Esta es otra de las nulidades de los hongos, porque se pueden valer de ellos para dar un tósigo, escudándose el criminal con que se podría atribuir el funesto resultado a la maligna naturaleza de los hongos, y por consiguiente podria quedar impune su negra alevosía. 

    Truffes, criadillas de tierra: (Lycoperdon tuber)

    Las criadillas de tierra se numeran justamente entre la clase de los hongos, y se colocan entre los que llevan granos. La criadilla tiene la forma de una masa carnosa, informe, casi redonda, escabrosa, jaspeada o llena de venas: todo esto demuestra una organización particular. Se encuentran grises y negras. Cuando comienzan a crecer, no son mas gruesas que un alberjón. Se dice que se han visto algunas, aunque raras veces, que pesaban una libra. La criadilla nace y crece en la tierra y no aparece en lo exterior. Como los cerdos son muy amigos de ellas, cuando las hallan hozando la tierra, anuncian su dicha por medio de gritos de alegría. Esta indiscreción le sirve al pastor, quien a los chillidos los retira y corre a palos, y reserva este hallazgo para las mesas en donde se encuentran paladares mas delicados. También se reconocen los parajes en que están bajo de tierra, cuando mirando horizontalmente sobre la superficie de la tierra encima de un terreno ligero y lleno de grietas, se ven revolotear enjambres de pequeñas moscas producidas por los gusanillos que salen de las criadillas, depositados en estas por dichas moscas en estado de huevos. En setiembre y octubre se hace la cosecha de las criadillas. Comúnmente, no se encuentra yerba en el paraje en que hay esta especie de hongos. Los países calientes, los lugares secos y arenosos, son los parajes en que se encuentran. Hay de ellas muchas especies, o por mejor decir, variedades, y las mas excelentes son de un mediano grueso, bien nutridas, duras, que tienen un olor y un sabor particular muy agradable para muchas personas. La Saboya produce una especie de criadilla, que pesan algunas hasta dos libras, y que tiene exactamente el gusto de ajo. Estas especies son agradables para las personas que se lisonjean con esta clase de sabor(1)

(1) No hablo de la raíz del hongo, llamada también impropiamente piedra de hongo (fungifer lapis), por no hallarse entre nosotros los mexicanos; y su propagación por este medio prueba con evidencia que estos seres orgánicos provienen de semilla, y que no son excrecencias, como falsamente opinaban los antiguos filósofos. 

    La vesse begin de loup (Lycoperdon bovista). 

    La vejiga de lobo, aunque venenosa, es buen astringente para curar las llagas y restañar la sangre. 

    La oreja de Judas (Agaricus auriculae, forma vel melius: peziza aurícula), crece sobre el saúco, y es un resolutivo de los tumores, y se usa en las inflamaciones de la garganta, y algunos médicos se valen de ella para curar las anginas.

    Oigamos ahora lo que nos dice el Plinio español, que escribió la historia de nuestras plantas según las ideas reinantes en su atrasado siglo; hablo del Dr. Francisco Hernández, quien, (en su tom. II pág. 357) traducido al castellano, dice así: 

    Del nanacatl o del género de los hongos. 

    Tantos y tan varios géneros de hongos se hallan entre los novohispanos o mexicanos, que seria perder el tiempo y cosa fastidiosa describirlos de uno en uno, o presentarlos en diseño. Por lo que, hablando superficialmente de muy pocos en lo particular, referiremos, según se presente la ocasión, todo lo que pareciere pertenecer a la ilustración, o para entretejer la historia de este nuevo mundo. Hay pues unos hongos, de los que nacen en esta región bastante venenosos y que causan la muerte, llamados citlalnacame (estrella-hongo an Agaricus equestris linn?). Hay otros, que tomados no infieren la muerte, pero que inducen la locura, y esta permanece por algún tiempo, acompañada de una especie de risa sardónica o afectada, y a estos suelen llamar tehuinti (Boletus bovinus): son leonados, acres, y de un verde no muy ingrato. Hay otros también, que sin risa alguna presentan a la vista varios objetos, como son guerras e imágenes de demonios. Hay otros en fin, que son los mas atroces y horrendos, no menos apetecidos por los mas principales de estas gentes para sus fiestas y convites, buscados a gran precio y con el mas cuidadoso empeño; cuya clase es de un color hosco y provisto de cierta acrimonia. 

    Últimamente, hay otros comestibles de naturaleza fría, y que carecen de sabor notable y sin sabor manifiesto, que han acostumbrado llamar Iztacnanacame (Agaricus campestris), de los que algunos son blanquizcos, otros amarillentos, otros son rojizos, algunos son hoscos o pardos, matizados, verdosos y señalados con tanta variedad de colores, que ningún artífice, por diestro que fuese, aunque empleara el mayor esmero, podría imitarlos perfectamente. Ni solo difieren en color y virtud, sino también en tamaño y forma; porque los hay pequeños, grandes y medianos; de la figura del huevo de gallina, arredondados: imitando otros la forma de un escudo amazónico: anchos otros y con diversidad de figuras. ¿Qué tenia pues, que hacer yo en tanta superabundancia de la naturaleza que se complace en variar las formas? Resolví desde luego, que solo se grabasen cuatro, a saber: los comestibles, que son de color blanco, y que de un solo pie salen muchos y nacidos por la mayor parte entre peñascos, y llamados por su color iztacnanacame, u hongos blancos (Agaricus deliciosus); y los amarillos, que se nombran chimalnanacame (Agaricus georgi), que también son inocentes y sirven para las mesas; y por último, aquellos que porque suelen embriagar son conocidos con el nombre de tehuinti (Agaricus bovinus?) y que del color leonado pasan al hosco, excitan una risa inoportuna, y presentan fantasmas o imágenes sin la risa, de los que con ellos están embriagados. 

    El muy experto historiador mexicano, el erudito español Fr. Bernardino Sahagún, en su tomo III (pág. 243) de su obra sacada poco ha del olvido, nos enseñó hace cerca de tres siglos esto que literalmente copio: «Las setas, hongos o nanacatl hacen genus compos agrorum: en los montes son buenos de comer; cuécense para esto, y si están crudos o mal cocidos, provocan a vómito o a cámaras, y matan. Para remediar de esta corrupción que causan las setas, es bueno el ungüento amarillo que se llama axi (1) echado por clistel o lavativa. Hay una de estas setas que se llama tzontecomatl; son grandes y redondas a manera de platos: todas estas son comestibles, pero han de ser muy cocidas. Hay otras que son blancas y redondas; no son recias de cocer; presto se cuecen, y también asan en comales, y son muy sabrosas. Hay otras que son altas de pie y lo tienen delgado; son redondas y llanas, cuecen de presto y son muy buenas; hácense en los páramos cuando comienzan las aguas. Hay otras que son buenas de comer asadas y cocidas». Hasta aquí el docto historiador mexicano. 

(1) Axi: Léase el núm. II pág. 149 del Sr. La Llave. En dicho periódico trimestre también escribe (si mal no me acuerdo) sobre esta misma materia. Añadimos en esta nota, que algunos aconsejan como preservativo de su perniciosa cualidad el cocerlos previamente con cabezas de ajo machacadas, y mejor lavándolos con vinagre; y aun podría tomarse el arbitrio por algún tutiorista de darle a comer a algún perro pequeño o a otro animal una cantidad considerable, v. gr. media onza a un perrito faldero, de los hongos que se van a comer. Con tal anticipación se podrían remediar mas oportunamente los malos resultados. 

    Nuestros vulgares y cocineros dan a su vez señales distintivas de los hongos comestibles, y son estas que voy a indicar: su tamaño, dicen, debe ser de nuestra mayor moneda, que es un peso; de color blanco y un poco pintado de prieto; y añaden que se comen los amarillentos. 

    Son inocentes los blancos y del tiempo de lluvias. 

    Los de los encinos grandes, casi del tamaño de un queso nuestro (1), son muy blancos y sabrosos, y se comen con sal y asados. Los quitlacoches. . . .(2) 

(1) Nuestros quesos redondos, tendrán cerca de cinco pulgadas de diámetro y una de alto. 

(2) Los quitlacoches, hongos parásitos que se dan en lugar del maíz, y destruyen las mazorcas, se denominan así por una remota analogia con la ave llamada en mexicano Cuitlacohe: esta voz entre otras profiere al cantar, y es del género ornitológico: (Turdus un poco parecido en la traza a la especie merula) es de color pardo, o mas oscuro que el de la cascara de nuez. Tal color presenta el cuitlacoche, hongo monstruoso en mi opinión, compuesto de infinidad de honguillos, cuyos pequeños hastiles están apoyados en muchos puntos de los que fueron granos de la mazorca, que creciendo se conglutinan fácilmente entre sí, y dan como una cubierta común irregular o como costra de la mazorca, que si hubiera sido globosa, esta misma figura tendría este conjunto de hongos. Se dice que son sanos y sabrosos: Periculosum est credere ... 

   Pero los que se dan al pie de los arboles viejos no tienen solidez, se desbaratan fácilmente, y no se comen. 

    Tampoco es comestible el que vulgarmente se llama puto, que es sin pie, y cuando se seca se desvanece entre las manos como humo de ocote.

    Los amarillos y de las peñas son venenosos. También lo son los que tienen muchos pies y un solo sombrero. 

    El lugar, pues, en que nacen, también debe ser explorado; y respecto de esta alevosa familia no debe perderse de vista aquel aforismo linneano: observar el color, olor, sabor y lugar en que nacen los vegetales: Observato sapore, odore, colore et loco

    Pasemos ahora a bosquejar, aunque sucintamente, el triste cuadro de los síntomas perniciosos y mortales que los hongos de mala traza, como el agárico de estiércol y aun los de buena, suelen causar en la economía humana. No entraremos en la indefinible cuestión sobre si su principio venenoso es de una naturaleza acre, corrosiva o caustica, o de si producen accidentes análogos a los de la perniciosa cólera asiática, ni tampoco propondremos sostener la hipótesis de que sus efectos son producidos porque disminuyen la fuerza sistática del corazón de un modo semejante a la Digitalis purpurea; tampoco nos empeñaremos en defender con algún sabio que las setas u hongos son a veces nidos de insectos mortíferos. También podríamos entrar en duda de que sus minutísimas semínulas eran las que envenenaban, en virtud de una fuerza expansiva provenida del repentino desarrollo de dichas semínulas: ejerciendo una acción mecánica: acaso podrán apagar la vida por medio de un principio muy volátil que fuese un estímulo muy enérgico; ya de un modo químico, etc., etc. . . . Todo esto podría ser motivo de una larga discusión que interesaría solo a la vana curiosidad del hombre, pero no a su utilidad y provecho. Lo que no admite discusión ni duda es que por un pequeño descuido, error o falta de conocimiento en saberlos distinguir bien, se han sacrificado en diversos tiempos y lugares muchos individuos de la especie humana. 

    Los accidentes que han precedido a su fatal estrago, han sido en general los que voy a indicar: el vómito, la opresión, la tirantez en el estómago y del vientre inferior, la ansiedad, los retortijones en los intestinos, la sed violenta, la cardialgia o dolor en la boca del estómago, la disentería, el desmayo, el estupor, los sudores fríos, el temblor de casi todas las partes del cuerpo, las convulsiones, la gangrena y la muerte. 

    La narración de tan terribles y funestos síntomas, casi de nada serviría si la ciencia reparadora de la salud no tendiese una mano protectora en favor de los que hubiesen caído en la red del error. En efecto, la medicina en tales circunstancias no es una fría espectadora del mal como en otras muchas. Por el contrario, puede proporcionar auxilios muy oportunos en los lances mas aflictivos. La experiencia y la razón de analogía con otros venenos, v. gr., cuando se ha equivocado la raíz del mortífero beleño con la inocente y medicinal chirivia, han dictado el plan curativo que brevemente expongo. Primeramente, si no hay a mano, o no se puede conseguir improvisamente un vomitivo de regular energía, como son veinte granos de ipecacuana o dos granos de emético: en tal caso, el agua tibia con sal marina o de la cocina sustituirá sus veces, pues todo mal exige instantáneamente la remoción de las causas especificas y mórbíficas. Esta es la primera indicación: la segunda, el corregir la excitación levantada preternaturalmente por medio de los ácidos vegetales. Serán por lo mismo muy conducentes una libra de cocimiento ligero de tamarindos con una onza de pulpa de cañafistola y dos ochavas de crémor de tártaro y una onza de jarabe de maná, o de duraznos, o de ruibarbo. Se supone que el paciente es de una constitución robusta y de una edad media (v. gr. hacia los treinta años). Después de esta minorativa, (y aun al mismo tiempo si la sed fuere intensa) tomará el enfermo agua de limón o de naranja agria, o con un poco de vinagre: en una palabra, convienen los antiflogísticos vulgarmente llamados refrigerantes. 

    Exteriormente se le aplicarán en toda la región del vientre alto y bajo, cataplasmas no interrumpidas de harinas emolientes de malvas y de linaza hechas con agua y mejor en leche. El baño tibio será en mi concepto muy propio del caso. La nieve de limón o de rosa, de naranjas o de tamarindos etc. Item las lavativas de leche con diez gotas de láudano líquido repetidas cada tres horas. Los enemas hechos con el ungüento amarillo de axi, como lo indica el padre Sahagún, serán muy conducentes, y tanto mas si ya hubiese indicios de disentería; y aun la extracción de sangre será indispensable si hubiere síntomas pletóricos: esto es en cuerpo robusto y musculoso, buen color, genio fogoso, pulsos llenos etc. 

    Los emolientes en el uso interno, corno el agua de malvas, de raíz de altea, de zaragatona, de linaza, de corazón de membrillo, de cuerno de ciervo, etc., serán muy eficaces para apagar todos los restos de irritación que hayan quedado. Pero si por desgracia él envenenamiento estuviere ya muy avanzado, y principalmente si amenaza ya la gangrena o está iniciada, lo que se conoce en la cesación repentina del dolor, en el aparente alivio acompañado de la postración de fuerzas, y en el desfiguro del rostro; en tan tristes circunstancias convendrá (pues se reputa como la extrema-unción médica), un vejigatorio en la región del vientre: el cocimiento de la yerba del cura con jarabe de quina o de meconio, o cocimiento de cebada y quina con jarabe de goma arábiga, y diez granos de alcanfor para diez tomas, una cada hora; en una palabra, los antigangrenosos. Dieta muy ligera, como horchata, pocillo de atole, de arroz de sagú, etc. 

    Reasumiendo en pocas palabras todo lo que hasta aquí llevo expuesto, debemos deducir las siguientes proposiciones: 

    1a. Los hongos son de una naturaleza sospechosa. 

    2a. Se tienen por mas seguros los blancos y redondos, con especialidad una clase que hay de chiquillos.(1)  (1) Cocinero megicano, tom. I, pag. 163.    

    3a. Las señales de los comestibles están sujetas a equivocación. 

    4a. En caso de envenenamiento se debe promover al instante su expulsión por vomitivos, y usar de los minorativos y ácidos vegetales, de los mucilaginosos y refrescantes.

    5a. La prudencia dicta el abstenerse de ellos para no ser una necia víctima de un indiscreto apetito. Ne temere Abydum: No navegue el mar proceloso que conduce a la ciudad de Abido, decian los antiguos griegos, para aconsejar que no se emprendiese temerariamente alguna cosa. Ne fungos edas: abstente de los hongos, se le debe decir a todo el que quiera evitar un funesto resultado. Según, pues, la experiencia diaria de todos los países, es muy cierto lo que nos dejó escrito el elegantísimo naturalista romano: el hongo es alimento peligroso. Fungus anceps cibus

M. Altamirano.