lunes, 6 de marzo de 2017

Carta del Ing. Eduardo Altamirano y Rojas, bisnieto del Dr. Manuel Altamirano.

El 6 de marzo de 1951 falleció el ingeniero y poeta Eduardo Altamirano y Rojas, bisnieto del Dr. Manuel Altamirano.  El Ing. Eduardo Altamirano fue hijo de Eduardo Altamirano y Monterde y de Felisa Rojas Reyes, y nieto del Lic. Manuel Altamirano y Téllez y de Guadalupe Monterde. En su acta de defunción, fechada el 7 de marzo de 1951, en la delegación Gustavo A. Madero, del Distrito Federal, (Ciudad de México), se menciona que Eduardo murió soltero de una infección urinaria a los setenta y seis años de edad, en su domicilio de Cinco de Mayo, 5, en la Villa de Guadalupe. El médico que certificó su defunción fue el Dr. Miguel Bustamante Velasco.

Eduardo nació en Querétaro y fue conocido allí como poeta desde finales del siglo 19. Posteriormente, se trasladó a la ciudad de México, y trabajó desde 1906 en su profesión de ingeniero en el Departamento de Catastro por veinte años.

En 1926, fue despedido de su cargo de primer ingeniero del grupo técnico del Departamento del Catastro, por negarse a participar en una marcha o desfile en apoyo al régimen de Plutarco Elías Calles, el día 1 de agosto de 1926, cuando entraría en vigor el reglamento del artículo 130, también conocido como "Ley Calles".  La marcha había sido organizada por la C.R.O.M. y se había impuesto como obligatoria para los obreros y para los burócratas, entre otros.

Debido a que el Ing. Altamirano consideró injusto e ilegal su despido, escribió una célebre carta dirigida al General Francisco R. Serrano, Gobernador del Distrito Federal, en la cual pedía que le explicase en forma clara y precisa la causa del cese. En la carta exponía que, dado que la única razón que veía para su cese era el haberse negado a participar en la marcha del 1 de agosto, y que el haberse negado correspondía a una razón de objeción de conciencia por considerarse católico "de casta de leales y no de traidores", solicitaba que esa causa constara tal cual en su cese, como motivo de honor, como el mismo terminaba escribiendo: "que halaga y satisface mi conciencia y mi lealtad, a la vera de otros timbres honoríficos, personales y heredados que guardo en el archivo de mi casa".

En la carta, Altamirano también escribió esta frase: "Son más de fiarse en todos los casos, aquellos que sin temor de caer en desgracia y arrostrando todo, confiesan plenamente sus ideas, que los que encubiertos con la máscara del servilismo se hacen traición a sí mismos, (me refiero a los católicos que fueron a la manifestación, no a los masones ni a los libre pensadores, que estuvieron en su medio) porque aquellos, los que traicionan a su Dios por un pedazo de pan, con más facilidad, llegado el caso, harán traición a su Patria y a su Gobierno".

La carta fue conocida rápidamente entre los opositores al régimen y difundida en forma de hojas o "volantes" que se entregaban de mano en mano, con la adición del llamado: "¡Imitemos el ejemplo del queretano Altamirano!". Pocos meses después, la carta fue inclusive publicada en el periódico L'Osservatore Romano del 3 de diciembre del mismo año.

La célebre carta se muestra a continuación:
Carta del Ing. Eduardo Altamirano al general Francisco Serrano
   
   Sr. Gral. Dn. Francisco R. Serrano, Gobernador del Distrito Federal.
   Presente:
   Señor Gobernador:

   Ha sido en mi poder, expedido por su orden, el cese relativo al empleo que actualmente desempeñaba en el Departamento del Catastro, como Primer Ingeniero del Grupo Técnico. Sorpréndeme mucho que después de veinte años de servicios en una oficina tan prestigiada, que pudo llamarse con orgullo en épocas mejores, la primera Oficina Técnica de México, y habiendo merecido en ese tiempo nueve ascensos no logrados con ayuda ni por recomendaciones de políticos, sino por méritos personales como lo acreditan las menciones honoríficas que obran en mi poder; en el cese a que me refiero no se especifica la causa que lo motiva, que indudablemente debe ser poderosa, ya que me viene de un Gobierno que al instalarse proclamó a los cuatro vientos de la República la Legalidad y la Justicia. 

    No reclamo de la ecuanimidad de Ud. la reconsideración de mi cese, ni reclamo tampoco los tres meses de sueldo que me corresponderían, según precepto de la Revolución, por mi separación inmotivada del empleo; solamente solicito y para ello me considero con derecho en gracia de mis años de servicios y de mis merecimientos durante ellos, que en el cese se diga clara y precisa la causa que lo justifique: ¿Motivos de economía? Muchas han sido las veces que se ha cesado por tal causa, y no obstante no tener amigos influyentes fui invulnerable, lo que hace suponer que era útil en la Oficina ya que no necesario.

   ¿Motivos de mejor servicio? La misma razón anterior. ¿Por falta de conocimientos, o por ineptitud o incumplimiento? ¿Qué significan entonces mis veinte años en el Catastro? ¿Por qué se me ha ascendido nueve veces? Si la causa, señor Gobernador, que no se explica, es la de haber dicho con la frase sincera del hombre honrado, que no concurriría a la manifestación del 1o. de agosto porque soy católico y de casta de leales y no de traidores, entonces sorpréndeme aún más que no se especifique dicho motivo toda vez que el Gobierno ha publicado que la manifestación sería un medio de conocer cuáles eran sus adictos y cuáles no lo eran. Y es mi opinión, que mirando con el lente de la serenidad y del análisis, son más de fiarse en todos los casos, aquellos que sin temor de caer en desgracia y arrostrando todo, confiesan plenamente sus ideas, que los que encubiertos con la máscara del servilismo se hacen traición a sí mismos, (me refiero a los católicos que fueron a la manifestación, no a los masones ni a los libre pensadores, que estuvieron en su medio) porque aquellos, los que traicionan a su Dios por un pedazo de pan, con más facilidad, llegado el caso, harán traición a su Patria y a su Gobierno. Cuánto ha sido de notarse en esta vez especialmente, y en otras anteriores, que la nota de energía, de valor y de carácter, la han dado en México las mujeres. Con cuánta razón el General Obregón, cuando entró a México al triunfar la Revolución, desciñéndose la pistola que portaba para dársela a la profesora María Arias, le dijo estas palabras: "Es usted más digna de llevarla que los hombres de la Metrópoli". Ahora lo hemos visto.

    Creo señor Gobernador, que ante la justicia de mi solicitud se servirá usted acordar se modifique la forma en que se me ha expedido el cese, pues en los actuales momentos difíciles para la vida y ante la pérdida de veinte años de servicios y de méritos adquiridos en ellos mi declaración terminante de no concurrir a la manifestación, quiero que conste haciéndome honor, para conservar ese cese que halaga y satisface mi conciencia y mi lealtad, a la vera de otros timbres honoríficos, personales y heredados que guardo en el archivo de mi casa. Protesto a Ud. las seguridades de mi mayor atención y respeto. 

    Ingeniero Eduardo Altamirano y Rojas.

    Agosto de 1926